lunes, 11 de marzo de 2019

La chatarra espacial, fuera de control: este año podría caer a la Tierra una vieja sonda de una tonelada

ILUSTRACIÓN - HANDOUT - ARCHIVO - Una imagen generada por computadora por la Agencia Espacial Europea (ESA) muestra la basura espacial de antiguas misiones enviadas al espacio, girando junto con otros satélites alrededor de la Tierra.
(ATENCIÓN · Para utilizar únicamente con fines editoriales, en referencia a la cobertura actual de este tema y mencionando el crédito indicado.)
(vinculado al texto de dpa "Piden más cooperación para combatir la basura espacial" del 18/04/2017) foto: ESA/ESA/dpa   Aseguran que hay 750 mil particulas de basura espacial peligrosas para la Tierra contaminacion del espacio chatarra espacial



Tras más de 60 años de exploración espacial, este logro científico comienza a traslucir las primeras consecuencias nocivas. Los restos de misiones que vagan por el espacio -compuestas por satélites zombies, fragmentos de cohetes y desecho de colisiones- volvieron a incrementarse este año: alcanzaron los 29 mil objetos del tamaño de una pelota. Pero también hay otros muchos más grandes. En este escenario, un residuo fuera de control puede caer sobre la Tierra. Es el caso la sonda soviética Cosmos 482, un artefacto lanzado en 1972, cuya tonelada podría atravesar la atmósfera terrestre antes de fin de año.
Esta sonda, que originalmente superaba los 1.100 kilos de masa y tenía por objeto llegar hasta Venus, tiene grandes chances de que sus restos se desplomen sobre la superficie del planeta, debido a su alta densidad, de acuerdo al grupo de seguimiento CelesTrak. El peligro de este módulo esférico, protegido por un escudo térmico y diseñado para soportar presiones de 100 atmósferas y aceleraciones de gravedad de 300 g, es que resistiría la reentrada atmosférica. Aunque ya fue perdiendo parte de su peso y en su ingreso podría llegar a quedar en 500 kilos.
Según la Oficina del Programa de Escombros Orbitales de la NASA, a la Tierra caen unos 400 objetos al año que equivalen en total a unas 100 toneladas. Y según cálculos de la Agencia Espacial Europea (ESA), sobre nuestras cabezas hay cerca de 29.000 objetos de más de 10 centímetros, 750.000 piezas mayores a un centímetro y casi 166 millones de fragmentos pequeños que resultan imposibles de rastrear. Cualquiera de estas fracciones podría dañar seriamente un panel solar o una antena.


Cuando un satélite se pone en órbita, se dejan atrás algunas piezas del lanzador. Por lo general, los cohetes se lanzan dentro de la atmósfera, con la idea de que caigan al océano, donde se recuperan posteriormente. Lo que implica que, al menos dos piezas grandes de lanzadores permanecen orbitando la Tierra en cada lanzamiento.


Además, existe un protocolo que ratifica que los satélites que ya cumplieron su propósito se quemen en la atmósfera o se pierdan en el océano, algo que no siempre ocurre. Solo el 10% de los satélites y el 25% de los cohetes que tendrían que maniobrar para desintegrarse en la atmósfera lo hacen, el resto sigue, a media máquina, girando por el espacio.


Todos ellos son atraídos por la gravedad de la Tierra y eventualmente, se queman al reingresar. Dependiendo de su órbita, podrían tardar meses o años en caer. Y mientras los satélites de telecomunicaciones son conducidos a órbita de cementerio, los artículos muy grandes como SkyLab o una Estación Espacial representan un problema porque sus partes pueden sobrevivir a la reentrada. Es por eso que están guiados para que, si alguna pieza sobrevive, caiga en el Océano Pacífico Sur, la parte más despoblada del planeta”, detalla Nicolas Chamussy, Head of Airbus Space Systems.
La mayoría de los desechos espaciales flotan en la órbita terrestre baja (LEO), a 2.000 kilómetros de la superficie terrestre. La mayor concentración de residuos está en los 800 kilómetros. La órbita más alta, a 35.000 kilómetros, es la geoestacionaria. Los satélites colocados allí rodean el planeta una vez al día y proporcionan señales de televisión, informes meteorológicos y servicios de telecomunicaciones. A 300 kilómetros de la Luna se encuentra lo que se conoce como la órbita cementerio, donde los trastos son conducidos para no dañar otros sistemas.
La mayoría de los desechos existente son el resultado de explosiones propias de los satélites y cohetes y de colisiones con otros objetos, lo que multiplica el número de fragmentos. Un informe de Aerospace.org señala que la chatarra espacial alcanza una velocidad de impacto promedio de 28.000 kilómetros por hora (kph). Debido a su alta velocidad, incluso las partículas pequeñas de desechos pueden inutilizar un satélite.
“Cualquier colisión puede producir cientos de nuevos riesgos potenciales. Esta es la razón por la que tenemos radares en el suelo que hacen un catálogo de todo lo que está orbitando la Tierra. Incluso a la Estación Espacial Internacional (EEI) se le recomendó varias veces que desvíe su curso (como medida de precaución) debido a una posible encontronazo con escombros. Por supuesto, estamos hablando de un riesgo potencial cuando una pieza está pasando a 100 km de distancia”, señalan desde Airbus Defence and Space.


fuente http://www.clarin.com/






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